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viernes, enero 30, 2004

Y yo que creía que las cloacas estaban cerradas... 

Bueno, pues ayer al fin tuve un poco de paz. O sea, me quedé en casa. Todo un logro para alguien como Yo, a quien le dan un empujoncito y reinventa la palabra Decadencia en menos que se persigna un capellán con problemas de peineta. Pude terminar, al fin, el libro de Rafi Cansinos-Asséns, aunque se trata sólo del primer tomo. Lo digo y lo vuelvo a repetir: súper, súper, súper fan de Antonio de Hoyos y Vinent.

En fin, por lo menos puedo volver a mirarme al espejo sin sentirme como Una Rata de Cloaca; vuelvo a tener un cutis, no una moqueta; y puedo respirar hacia fuera, no hacia dentro. Me siento súper orgullosa de mí misma y de mi FV (Fuerza de Voluntad): todavía no estoy para el Bowery.

Bueno, pues ayer, además de quedarme como una vestal en casa, tejiendo y destejiendo a la luz de una candela, tuve también otro gran momento, uno de esos reencuentros que, si no fuese porque soy Mujer Moderada, me provocarían un eccema. Estaba en una librería (o como quiera que llamen a ese antro donde su dueña, una lesbo-killer recalcitrante –pura pose; estoy convencida de que en el fondo es una heterosexual felizmente casada con un alfeñique tiranizado por ella–, consigue a golpe de arenga que sientas un renovado interés por Goebbles y sus tesis: si gente como ella tiene derecho a la vida, está claro que los campos de exterminio no eran en el fondo tan mala idea), bueno, pues estaba allí metida, acorralada, cuando una de sus empleaditas (otra lesbo-killer, aún más recalcitrante que la dueña) me llama A Mí por mi nombre de pila. Esa mujer(zuela)… pronunciando mi nombre… como si… Trepidación.

–¿Pero qué haces Tú aquí?

Parpadeo, indecisa entra responder a Eso u ofrecerle un terrón de azúcar. Eso, la lesbo-killer número 2, es una mujer, bueno, en realidad un proyecto de mujer que, en algún momento de su evolución, fracasó estrepitosamente, quedando reducida a su estado actual, cualquiera-que-sea. Por si fuera poco, Eso es un ser escapado no de un friso gótico (podría, aunque Yo la veo más en un bajorrelieve asirio muy, muy primitivo), sino de las hordas de A. López & Co., la mamarracha morigerada que nunca hizo caso de mis consejos (el suicidio, por ejemplo; bueno, en su caso la eutanasia). Mmmmm, al final –como no tengo un azucarillo a mano– me decido por la opción menos enojosa, la que no está penada por la ley.

–Pues ya ves, querida. Quería ir a un zoológico, pero mis amigos (Dios los bendiga) han decidido traerme aquí. Me preguntaba por qué, pero ahora empiezo a comprenderlo todo.

Eso, que además de lesbo-killer es analfabeta perdida, no parece darse cuenta de nada. Qué pena de clases desarrapadas. Es imposible bromear con ellas.

–Te vi un día, pero… como estabas un poco lejos… no pude saludarte.

–¿Ah, sí? –le respondo achinando los ojos; y estoy a punto de añadir:–. Pues haberte puesto a dar gritos como una perdularia. Creo que ese registro te va pintiparado, bonita.

Pero no lo hago...

En fin, al final, como Eso es de ese tipo de personas que te contaminan sólo con mirarte, decidí dejar el homicidio selectivo para mejor ocasión y salí por la puerta, sintiéndome doblemente orgullosa: motivo nº 1) no me arruiné la manicura francesa (porque la sangre es fatal para el esmalte), motivo nº 2) descubrí a un nuevo escritor de los años 20, Álvaro Retana, de quien acaban de publicar un librito –seguramente execrable– del que no me explico cómo no había oído hablar hasta ahora: A Sodoma en tren botijo. Chúpate esa, Teresa.

Mañana más.

jueves, enero 29, 2004

Qué vértigo de vida... Necesito un kit-kat 

Bueno, bueno, bueno. Pues ayer no pude escribir porque he estado metida de lleno en un vértigo social que ríete tú de Louella Parsons. Y es que cuando el Negociado Fiesta llama a tu puerta, ¿quién puede resistirse? Yo no, desde luego.

En fin, el caso es que el martes estuve tomando un montón de ideas sobre modelis que NO debo ponerme jamás, jamás, jamás. ¡Qué horror! Estuve en la fiesta Levi’s y puedo jurar que nunca en todos los días de mi vida había visto tanta mamarracha junta, vestida por su peor enemigo y peinada por una legión de barberos dispépticos adictos al orujo y con un evidente problema de Parkinson terminal. Esos pelos, esos pantalones, esos tops, esos… Eso Todo.

Y claro, como era una Fiesta con glamour pues los organizadores, David & Piti, esas Pili y Mili de la noche madrileña (qué teces, por el amor de Dios…), echaron mano –supongo que en sentido nada figurado– de todos sus amiguitos/clientes y cuajaron la noche de estrellas. Jajajajaja. O sea, que estaban allí Todas Las Jóvenes Promesas del Cine Español. El cine español… ¡Qué pena más grande! Ellos, con severos problemas de: a) hidrocefalia; b) identidad sexual; c) higiene (¡ese Liberto Rabal y sus sobacos…! Olía como si hubiesen cogido a dos mofetas, las hubiesen desollado al sol y se las hubiesen pegado con goma arábica); d) drogas; e) novios (sacados de un cotolengo, probablemente). Ellas, abocadas a la ruina física, moral y capilar. Esa Neus Asensi, por Dios, ¿qué le pasa en la cara? Es lo que tiene la cirugía, que empiezas por hacerte un retoque y acabas siendo la hermana biónica de Mickie-dejad-que-los-niños-se-acerquen-a-mí-Jackson

Y el catering (Deneuve), de El Bulli, servido en cajas de cartón como una whopper con queso. Súper fashion, mari. Y claro, lo mejor era verlos a ellos, adalides del chic (chi-chic, más bien) y el glamour-quinqui, arrojándose como buitres sobre la carroña, a la caza y captura de la cajita de marras. “Oyessss, bonita, ¿esto es el primero o el segundo?” “Ay, mira, ahí está Eloy Azorín…Vaya, vaya, vaya. Mmmmmm. Y yo que pensaba que lo que contaban de Almodóvar era una leyenda (negra como la pez). Y allí… Mira, Duyos… ¿Qué lleva puesto? Y, uhhhh, Rossy de Palma… Y… Pásame el lipstick, querida”.

Y claro, ante este panorama a de horcas y hogueras, a Una no le queda más remedio que emborracharse. Y vaya si lo hice. Eso sí, acompañada de un par de ángeles, Ángel A. y Ángela P., a la que desde aquí le advierto que le pienso copiar la técnica del “yo-no-puedo-hablar… Acércate más… Un poquito más… Un poquito más”. Pero qué lista es la P. Y qué adorable. Atención a sus palabras, sin duda el gran jitazo de la noche: “Pues yo, la verdad, no creo que haya tantos maricas…” Claro, bonita, y Yo soy María de Rumanía.

[Pequeña pausa con parada en Urgencias, que no relataré porque para eso Ya está Berlanga. Continúo:]

Ayer, después de un cóctel ligeramente demencial en un pasillo de la Sociedad de Autores, donde los camareros (súper fan desde YA de la camarera doppelganger de Rafaella Carrá: el mismo pelo, el mismo tinte, la misma electricidad estática), menos escupirte a la cara, te vejaban de todas las formas posibles, algunas de ellas verdaderamente imaginativas: “Aparten, coño…”, Ángel Á., sin Ángela P., que se retiró porque dice que la llevamos por el Mal Camino (pero qué morro tienes, guapa), y Yo dirigimos nuestros pasos a la soirée organizada por Bombay Zaphire para… La verdad es que no sé para qué, pero el caso es que allí estábamos, gin-tonic en mano (porque, claro, hay veces en que hay que renunciar al dry-martini; cuando te puedes propulsar a casa con el aliento, por ejemplo), mientras la public-relations, vestida con una túnica que le quedaría fenomenal a Montserrat Caballé, pero no a ella (no, querida, hazme caso: el gris peltre no es tu color), nos contaba que “hay gente que sale todos los días, canaperos, profesionales de esto… Una vergüenza, de verdad”. Dímelo a mí, cariño.

En fin, el caso es que allí estaba, dispuesta a encontrar, al fin, un simpático patrocinador de cierta edad que me saque de Este Pozo de Ruina. “Yo creo que aquel podría servirme”, le indico a Ángel A., señalando discretamente a un caballero de entre 50 y 60 años, del tipo Helmut Berger, incluida su afición por los liftings y la depilación integral de cejas (y cogote). Me hago fan de ese caballero, inequívocamente rico (huelen de una manera especial), hasta que abre la boca y le dice a su amigo, a grito pelado: “…Y yo, claro, me enamoré como UNA PERRA… (alarido) …aunque él, claro, aún no había salido del armario… (alarido)… aunque yo juraría que era MARICÓN PERDIDO… (alarido)…” Otro marica. Santo Dios, ¿pero qué puede hacer una Mujer como Yo para escapar de la Mafia Rosa? Me veo abocada al cambio de sexo.

Bueno, pues cuando ya creía que no había nada que hacer, me doy de bruces con Rafael Medina, el hijo de Nati Abascal, que es igualito, igualito, igualito que su padre…, pero en sexy. Muy sexy. Qué perfil, qué ojos, qué nariz, qué maxilar, qué... Me tengo que agarrar a la manga de Ángel A., porque estoy a punto de sufrir un vahído.

–Salgamos de aquí antes de que pierda los papeles, por el amor de Dios. ¿A qué antros me traes?

Y el angélico A., tomándome de la mano, me saca de allí, antes de que salte sobre esas guedejas Grandes de España y, de hecho, más grandes que la vida.

–Muchas gracias, querido. Me has salvado la vida. Es que estaba a punto de conducirme como una mujerzuela... Y yo creo que ayer ya estuve lo bastante abyecta…

Ángel A. guarda un discreto silencio, lo que me lleva a pensar en Lo Peor.

Temblando aún, nos despedimos en medio de lo que pienso que debe ser una madrugada helada… ¡Y no son más que las nueve y media! Qué cansada es la vida de kermesse-girl.

Mañana más (pero más tranquilo, by gooodness sake!).

martes, enero 27, 2004

Vocación vs. boca-acción 

A principios de siglo (del pasado, el XX; ay, Dios), en las redacciones de los periódicos enseñaban esgrima por si las moscas. O lo que es lo mismo: “La profesión de periodista está expuesta a los lances de honor y hay que saber manejar la espada y el sable por si llega el caso de batirse…” (Rafael Cansinos-Assens, La novela de un literato).

Mi amiga A. –que tiene la desgracia de ser periodista–, en cuanto se lo he contado se ha echado a reír y, quitándose las lágrimas de los ojos con un bastoncillo, me ha confesado que hoy, en cuanto entras en una redacción, lo primero que te enseñan es a escupir con efecto Campana de Gauss y a sonreír mientras te limpias los restos de carroña de las uñas, pintadas en tono Jungle Red, con la punta del bolígrafo (de propaganda).

Otro de mis amigos, desafortunadamente también del gremio de la pluma (el periodismo, no el cuplé sicalíptico; aunque, la verdad, tampoco es que haya tanta diferencia; de hecho, mi amigo es un fiel seguidor del lema de Vitín Cortezo: “Homosexual, homosexual… Qué horror. A mí llámame maricón, que suena a bóveda”), tampoco ha podido aguantar la risa.

–Bonita, lo primero que se aprende en una redacción no es esgrima. Es maquillaje y peluquería.

Maman, enemiga acérrima de “esa ralea, hija mía, con la que nunca, jamás debes mezclarte”, asegura que detrás de todo periodista se esconde una periodista. Tesis muy similar a la que sostiene el Gran Chambelán JA, aunque en otro ámbito, el de la hostelería: dale la vuelta a vuelta a un camarero y encontrarás a una actriz (frustrada).

O sea, está claro. Vocación, lo que se dice vocación, sólo hay una: la mía. Rica Heredera. Magnata consorte. Millonaria por poderes. Barbara Hutton, pero a ser posible con maridos heterosexuales (no es tan fácil, lo sé, pero seguro que alguno queda). En fin, Yo, por si acaso, en vista de que también hay lectores de lo más susceptibles, voy a ver si aprendo tiro con arco. Es lo que yo digo: lo que es bueno para Edith Wharton es bueno para mí.

Mañana más.

lunes, enero 26, 2004

De la Gran Manzana a la Gran Bellota 

Bueno, pues ayer pasé un día estupendo, en compañía de un montón de gente muerta. De hecho, mi salón parecía un mausoleo gracias a Rafael Cansinos-Assens y sus estampas de la bohemia madrileña de hace un siglo. La novela de un literato es mucho más que una novela, es la Vida Misma.

Qué curioso, me dije, y qué escalofriante. Esto parece el cantable de Julius Iglesias: la vida sigue igual, igual, igual. Pero calcada, vamos. Todo es igual de cutre, igual de sórdido, igual de lamentable, igual de quiero-y-no-puedo, igual de... Y las mismas calles (Fuencarral, Arenal, Tudescos…), los mismos escenarios, el mismo panorama de modernos a los que, en cuanto escarbas un poquito, les sale la boina y el traje de pana y la alpargata y la moralina y la mugre. Lo mismo, lo mismo, lo mismo. Igualito.

Mi favorito, por el momento, entre esa galería de espectros descarnados es Antonio de Hoyos y Vinent, un esteta decadente (atención al título de uno de sus libros: Aromas de nardo indiano que mata y de ovonia que enloquece), sordo, adicto a los abrigos de piel y a los botines de tacón alto (o sea, pionero en el lema ximenil: “De puta a puta, taconazo”, pero en versión marica) y con un estilo ligeramente execrable (sus cuentos erótico-terroríficos son un disparate, donde todo huele a nardo, putrefacción y muerte; las mujeres son cloróticas flores de neurastenia y ellos, unos aristócratas hiperestésicos a punto del colapso nervioso).

Además, en su calidad de Grande de España (y grande a secas, porque al parecer era un armario de tres cuerpos), Hoyos y Vinent era invitado habitual en las soirées de los palacetes de la Castellana, pero también era incondicional de las verbenas más populacheras y los tugurios más infectos, donde su mignon (o sea, su novio-parásito), Luisito Pomés, le hacía de proxeneta y le conseguía rendez-vous (previo pago) con torerillos y chulánganos del más variado pelaje, que lo mismo le ponían el cuerpo a tono que le daban una paliza olímpica tras desvalijarle vivo en plena calle: adiós, anillazo de sello, compañero de mi vida; hola, brecha, puntos y quinina.

Aunque también están ellos, los Príncipes de la Bohemia, auténticos reyes del sablazo, que tampoco han cambiado ni tanto así. Los caracteres siguen siendo tan reconocibles que, si te das un paseo por Fuencarral y aledaños, te das cuenta de que Esto no tiene arreglo. Los fantoches de ayer se han convertido en los espantajos de hoy, con las mismas ínfulas y el mismo aire amojamado y rancio: el inequívoco aroma del terruño castellano-manchego-andaluz-extremeño-murciano (y no, no me dejo al resto del España en el tintero: Donosti no es más moderna).

En fin, lo mismo de siempre: la liendre, la ladilla, el piojo revivido, diva/fashion victim de día, botarate/artistilla de noche, que cree haber conquistado La Fama… cuando en realidad lo que está es atrapado en una red siniestra de grassi-cafés/cutre-discos/quinqui-bars en la que se conocen/critican/acribillan por la espalda todas y cada una de las arañitas y viudas negras que comparten hilo. Se las distingue de lejos por la risa falsa y el saludo coreografiado en un complicado escorzo maxilo-facial. Y por su actitud, claro, por ese aire inequívoco de haber llegado, de estar en el cogollito o, lo que es peor, de ser el cogollito.

La Fama, sí… Un puñado de fantasmas repescados de las páginas de un libro ya descatalogado que el día de mañana no serán ni notas a pie de página. O sea, de la Gran Manzana a la Gran Bellota. Y vuelta a empezar.

Mañana más.

domingo, enero 25, 2004

Pidiendo prórrogas: lo típico 

La pobre Edna St. Vincent Millay terminó sus días al pie de su escalera, desnucada, con la cabeza abierta como una nuez sobre los últimos versos que había escrito: "Me controlaré, o me iré adentro. / No abandonaré la perfección por mi pena. / Bonito día, quienquiera que haya muerto".

Al final, después de una vida súper intensa, mimada por los dioses, por los críticos y por todos/as sus ex-amantes —qué razón llevaba: su vela había ardido por los dos extremos, pero, vamos, hasta consumirse viva—, terminó sola, enganchada a la morfina y a la botella, con los dedos manchados de nicotina y viviendo a cuenta de sus editores, prometiendo unos versos, un nuevo libro, una nueva prórroga... En fin, lo típico.

Me pregunto si al final todos terminan igual: haciendo promesas y pidiendo prórrogas. Como los duques de Lujo (y Derroche): haciendo promesas, que a estas alturas ya no se cree nadie, y pidiendo prórrogas. La última es La Boda. Después del Matrimonio, ellos anunciarán la disolución del suyo. Muy edificante.

—Pues ya ves tú qué novedad, hija mía. Eso pasa por hacer un matrimonio morganático —mamá es súper enemiga de todo lo que empieza por morgan, incluida Lina o la banca; en cuanto oye esas dos sílabas, se le ponen los ojos en blanco, se le descuelga la quijada y empieza a escupir fuego como el Dragón de Silca—. Está claro que en Esa Casa no aprenderán jamás...

Maman está desolada. Desolada y un pelín hiperestésica.

Mañana más.

viernes, enero 23, 2004

Perdido por perdido 

“Detened esta locura.., y lo que veáis que está perdido, dadlo por perdido.”
Catulo

Pues eso. Me pregunto a veces si… Pero no confío demasiado en la quiromancia, ni en los astros ni en las vísceras de paloma, de manera que mejor dejarlo estar. Lo perdido, perdido está.

[Gran frase de mi amiga y chambelana P., à propos de su equipaje y sus problemas con la aduana estadounidense: "...tres botellas de aceite de oliva extra virgin (si una es virgen, mejor ser extra)..." Pues sí, dónde va a parar. Mucho mejor.]

Mañana más.

jueves, enero 22, 2004

Para desharrapadas, las maltratadas 

Bueno, pues habrá quien aún dude del valor de la moda, quien se cuestione su importancia. Pues que se prepare para recibir una paliza. Y no seré Yo quien lo haga. No, no, no.

Que Barcelona es la capital del fashion sistem patrio –para quien haya nacido aquí, claro; yo soy más de Varna, con V; no es exactamente Rumanía, pero casi– no lo duda nadie a estas alturas. Pero lo que Yo no me esperaba, como Mujer Esclava de las Tendencias (lo que no implica, bajo ningún concepto, sucumbir a los pantalones cargo, ni siquiera bajo la influencia de una potente descarga eléctrica o de un overdose de cloroformo), es que un juez me diese la razón. O sea, una camiseta, si es trendy, Puede Salvarte La Vida.

No lo digo yo, lo dice Francisco Javier Paulí, el juez de Barna que considera que Moda y Malos Tratos son incompatibles. O sea, que si eres adicta a Prada, despreocúpate porque tu marido/novio/chulángano ad hoc seguro que no te toca ni con unas pinzas. Eso sí, si eres de Ésas que “pasan” de las tendencias, que se ríen de los desfiles de moda y arremeten contra los estilistas y diseñadores, esa-pandilla-de-invertidos-que-odian-a-las-mujeres; de Ésas que no se depilan, que no van a la peluquería, que no se maquillan como señal de individualidad y protesta contra Esta Sociedad Castradora, que no se hacen la manicura francesa… Ah, bonita, si eres de Ésas prepárate porque LO VAS A FLIPAR: te van a llover palos por todos lados y todos los perfiles (especialmente el malo, claro, el peor).

O sea, que Ya Os Vale, bonitas. Seguid la moda al-pie-de-la-letra si es que queréis seguir Vivas (y con el puente de la nariz intacto) o Ateneos A Las Consecuencias. Seguid mi lema (y, al parecer, también el del juez fuck-shion victim): “Para desharrapadas, las maltratadas”.

[Mille tendresses al amable desconocido –tendré que aprender a confiar en su bondad y no en su hiperhidrosis– por su inestimable ayuda en las labores de edición. Como podrá comprobar, he realizado las pertinentes correcciones: sus palabras son órdenes.]

Mañana más.

miércoles, enero 21, 2004

Vivo sin vivir en mí 

Dos dudas existenciales:

Duda nº 1. ¿Por qué cierto tipo de mujeres se enamora siempre, siempre, siempre de maricas, y más concretamente de una determinada clase: la marica lánguida, de gran amplitud de movimientos, casi diría kabuki, y gran estrechez mental; y por si fuera poco adicta a los trajes de poliéster, incluso de noche?

Duda nº 2. ¿Por qué nadie ha dado la voz de alarma: Jorge Javier Vázquez es la versión ligeramente más joven, sólo ligeramente, de Roberto Verino (idéntico pelo, idéntica expresión, idéntico cuerpo de Buda vestido con traje de pana y boina, no precisamente de diseño)? Habría que hacer algo… Una ejecución, por ejemplo.

Si alguien conoce las respuestas, por favor que se ponga en contacto conmigo. Urgentemente.

Mañana más.

martes, enero 20, 2004

Gossip, gossip, gossip 

–Hija mía, ¿no será verdad?

Al otro lado del teléfono, la voz de maman podría reducir a cenizas una Nueva Sodoma (y Yo estaría allí, jaleándola, mientras los Gabinetes de Prensa de medio mundo, los museos y peluquerías del otro medio y los representantes y responsables de Relaciones Públicas del orbe entero arden como teas).

–Por Dios… Si lo es, te juro que pido la nacionalidad andorrana. Bastante tuvimos tu padre y yo con Le Petit Prince, como para encima tener que aguantar esto. Pero, bueno, ¡¿es que en este país no queda Decencia… ni Moralidad… ni Decoro?!

–Mamá, querida, trata de calmarte y dime lo que has oído.

–Hija mía, es que no puedo con la vida. Figúrate… La Primera Dama, esa mujer, referente para todo un país, con esa clase, con ese estilo, con ese cutis…

–Mamá, estas empezando a preocuparme. ¿Qué tratas de decir?

–Que está preparando los papeles del divorcio. Aunque, claro, antes esperará a que su marido acab…

–Pero qué disparate –la he interrumpido (hay momentos, y éste es, qué duda cabe, uno de ellos, en que hay que mandar al protocolo a Constantinopla)–. Mamá, te recuerdo que las legionarias (de Cristo, pero también las otras, las de la cabra) no se divorcian. Separación, puede. Divorcio, jamás. Su director espiritual puede que lo tolere, pero su modista-de-toda-la-vida…

–¿Pero… entonces? Acuérdate de lo de Cayetana. ¡Qué disgusto!

–Ya sabes que eso es mentira. Yo nunca he creído que esa… ¿actriz?… sea capaz de fingir un orgasmo con la suficiente habilidad… y menos con él. Acuérdate de La herida luminosa. ¿Quién iba a creerla?

–Hija mía, parece mentira que a estas alturas aún seas tan inocente. Pues cualquiera. El director, sin ir más lejos…

–Está bien. En eso puede que lleves razón. Pero te aseguro que nuestra First Lady no va a hacer eso. Nunca, nunca, nunca. Antes posaría sin maquillaje que admitir que su matrimonio con Ese Hombre hace aguas… cenagosas, claro.

–Uf, qué peso me quitas de encima, hija. Ya me veía haciendo las maletas de nuevo… Qué pereza.

Pausa.

–¿Y papá?

–En cama. Se lo avisé, pero, como siempre, no me hizo el menor caso. Ayer se empeñó en ver La Entrevista y le subió el ácido úrico.

–Era de esperar. ¡¿Pero cómo se le ocurre?!

–Ya sabes cómo es. En fin, querida, te dejo… Acaba de llegar un edecán con una expresión sepulcral. Espero que ninguna de tus hermanas haya vuelto a arrastrar el nombre de la familia por el fango…

–Adiós, mamá.

Adieu, adieu.

Mañana más.

lunes, enero 19, 2004

¿Quién se ha tomado mi alcaravea, perras? 

Año 1921

La madre de Edna St. Vincent Millay, una enfermera rural de Nueva Inglaterra, la ayuda a abortar “de manera natural”, porque ella es así, súper natural, con un cocimiento de alheña y alcaravea –que lo mismo te lo tomas que te lo pones en el cuero cabelludo–, y alguna que otra pirueta sobre las colinas de Dorset –léase caer rodando como una peonza (sí, un poco como Bette Davis en Beyond the forest).

Año 2004

Sole Jiménez y Yo hablamos del olor de pies de los desconocidos. Otras confiarán en su bondad. Nosotras, en sus problemas de hiperhidrosis.

Y vosotros, queridos míos, os preguntaréis: ¿y qué tiene que ver una cosa con la otra? Y añadiréis, con condescendiente ironía: Qué malas son las drogas y el alféizar.

Pues muy fácil, que hay que explicároslo todo. Casi todo se puede solucionar con hierbas… Menos una hipoteca*. Pero de eso hablaré otro día.

[* Bueno, tal vez con la semilla de loto.]

Mañana más.

domingo, enero 18, 2004

I am most faithless when I most am true 

“¡Oh, no creas que soy fiel a un voto!
[...] Yo soy más infiel cuanto más fidedigna soy.”
Edna St. Vincent Millay, otro espíritu que me habla a través de las décadas desde Lo Inefable.

¿Me equivoqué? Me equivoqué.
¿Ya es tarde? Ya es tarde.
¿Me arrepiento? No me arrepiento.

Mañana más.

viernes, enero 16, 2004

Contra la creatividad (2) 

Ya lo he dicho un millón de veces. Y otra vez más. La creatividad debería estar prohibida. Debería estar penada por la ley, contemplada en el Código Penal y sancionada con la Pena Capital.

¿Ejemplos? Aquí van algunos:

Ejemplo nº 1: Las cartas. Cuando el Gabinete de Prensa de una feria internacional de arte contemporáneo te envía, a tu atención (dispersa, por otro lado), una carta decorada con volutas flamígeras dignas del claustro del Monasterio de Batalha –por no hablar de mis iniciales– es que ha llegado el momento de seguir el precepto dadaísta al pie de la letra: “Hay que prenderle fuego a los museos”… con sus gabinetes de comunicación dentro. ¡¿Pero qué les dan?! ¿Qué toman en lugar de café? ¿Trementina?

Ejemplo nº 2: El pelo. Dios dotó a los seres humanos con una cierta cantidad de pelo distribuido de manera irregular en diversas áreas corporales (en algunos casos, por ejemplo, en el de La Innombrable, IP, esas áreas se solapan hasta adquirir una escalofriante semejanza con Paul Naschy, maquillado para uno de sus grandes jitazos, La marca del Hombre Lobo). Si Dios hubiese querido que ese pelo –en singular en algunos casos, por ejemplo, en el de La Primera Dama– estuviese teñido no hubiese inventado los colores naturales. Si hubiese querido que existiesen las mechas, su Hijo no hubiese lucido melenón al estilo Massiel en Eurovisión’68*, sino estilismo a lo Farrah Fawcett-Majors, crucificada viva [no pierdo la esperanza]. No, no, no. Si hubiese querido que los hombres luciesen cortes de pelo asimétricos, crestas, figuras geométricas hirsutas y otras aberraciones capilares de este jaez las hubiese dispuesto de manera natural sobre nuestro cuero cabelludo (y espalda, en el caso de algunos). Pero NO lo hizo. Por algo será. El Armaggedon está cerca y miles, millones de peluqueros tendrán que rendir cuentas ante Dios Nuestro Señor.

[* Para quien desee documentarse al respecto, recomiendo vivamente una excursión –una excursión muy, muy breve– a la tierra del Santo Rostro: qué pelo, qué estilismo, qué atrocidad, Dios mío; no me extraña que La Verónica se deshiciese del foulard en la primera ocasión].

Ejemplo nº 3: Las camisetas. Custo Barcelona sólo hay uno… afortunadamente.

Ejemplo nº 4: Los postres. La bandera de España está muy bien (a tamaño reducido, como una cabeza jibarizada) en el extremo de un mástil. Pero en una tarta nupcial, francamente, me parece un detalle de Muy Mal Gusto. Al parecer nadie se ha dado cuenta de que, pocas horas después de engullirla, habrá que expulsarla de alguna manera. Puede que La Dientes lo haga por los poros, pero estoy segura de que, conociendo como conozco a alguno de los invitados, habrá quien lo haga por otras partes de su anatomía. ¿Es que a los cocineros, perdón, restauradores, nadie les ha enseñado el significado de la palabra esfínter? Pero qué tonta soy… Teniendo en cuenta cómo está el mundo de la haute cuisine estoy segura de que sí que lo conocen, aunque, eso sí, aplicado a la expresión “pulir el ídem”.

Ejemplo nº 5 La decoración. Si quisiera vivir en un burdel turco, me hubiese exiliado a Estambul. No lo hice. Si en algún momento de mi vida, como resultado de una eclampsia seguramente, hubiese deseado ser astronauta, me hubiese presentado en la Nasa y aporreado la puerta, aldabón en mano, hasta que alguien me dejase entrar vestida de arriba abajo con un modelón de Courrèges. No lo hice. Si aspirase a ser la versión contemporánea de Wallis Simpson sería la versión contemporánea de Wallis Simpson (previo paso por un quirófano). No lo soy. Y mi casa tampoco: no quiere ser prostíbulo, ni nave galáctica ni foyer teatral o escalinata del Castillo de Pommersfelden. No, definitivamente no.

Y así, podría seguir hasta la náusea. Es más. Ya me ha venido la primera arcada. Tengo que dejaros…

Mañana más.

miércoles, enero 14, 2004

Lo más in... testino 

Something smells rotten, pero no precisamente en Dinamarca, sino aquí y en muchos otros lugares públicos. Y es que es lo que Yo digo. Comprendo que la jornada laboral –ese descubrimiento tardío, pero no por ello menos shocking– es larga y dura, tan larga y tan dura como miles y miles de metáforas de origen oscuramente soez y bizarro que no pienso repetir porque el teclado podría escurrírseme de las manos y perforar el suelo. Pero, claro, la longitud y la dureza no son excusa. Jamás deberían serla, al menos.

Porque es lo que Yo digo. ¿Qué come la gente? ¿Están enfermos? No, no lo pregunto. Lo afirmo: están enfermos. Sólo así me explico ciertos olores… Porque es que, vamos, Una llega a la toilette, dispuesta a retocarse el make-up, a perfilarse el rouge, a eliminar los brillos (eso, claro, Las Que Tengan brillos, que no es mi caso), y te encuentras con que necesitas, pero de una manera perentoria y Yo diría que hasta vital, una mascarilla de oxígeno. O sea, entras en el excusado (público, que horror; y hasta podría eliminarse alguna consonante palatal, que hay algunas…) con el pelo liso y sales con un melenón más rizado que la mata de Mari-Bisbi & Nina, en diabólica comandita capilar [Por cierto, el uso de esta palabra, mata, aplicado a ese par de personajes execrables, hijos putativos de Satán, me está pidiendo una fricativa urgentemente]. ¡Por Zeus, qué malas digestiones tiene la gente! Y que Una tenga que sufrirlas…

En mi casa, en el seno de mi familia, en el must, en el cogollito de la mejor sociedad la gente también defeca. Claro que sí. Pero de otra manera, por Dios, de otra manera. Un poco de continencia. ¿Acaso pido tanto?

Pues sí. Está claro que sí.

Mañana más.

martes, enero 13, 2004

Parvenus, sumilleres y regicidios 

“El test de una verdadera inteligencia está en el habilidad para sostener mentalmente y a la vez dos ideas opuestas y mantener al mismo tiempo la capacidad de funcionar”, Francis Scott Fitgerald.

O sea, que lo que da una idea de tu verdadera CI (Capacidad Intelectual) es el grado de neurosis psicótica al que seas capaz de llegar, haciendo encaje de bolillos con distintas ideas hasta que estallen ante tus ojos como una granada. Pues mira qué bien. Así le fue al pobre Scottie.

Yo, por si acaso, huyo de esas interpretaciones como de la peste. Lo de acabar como Norman Bates no va conmigo. Para nada. Es más, la taxidermia me parece de todo punto incompatible con mis compromisos como miembro de una Casa Reinante en el Exilio. Por otro lado, me parece un poquito de mal gusto lo de matar a un invitado a puñaladas en plena ducha. Yo soy mucho más de la Escuela Veneno después de la cena. Dónde va a parar…

Sí, una buena dosis de cianuro potásico disuelto en una copa de coñac añejo, mientras La Dientes coge la copa por la base –como hacen ahora todos los cursis y advenedizos, esa pandilla de parvenus–, la agita y aspira el aroma con expresión de rata demente. “Oh, sí”, dice, vestida de pies a cabeza de tweed falsi-inglés, con sombrerito tirolés a juego, y el premolar, afilado como un uso, destellando en la penumbra de la bodega como un faro en medio de una tormenta, “me parece una elección de lo más pertinente…”

…Tú, en cambio, bonita, vida, amore, me pareces una impertinente de tres pares de narices, sobre todo después de añadir con esa voz, meliflua como la deshabillé de una putilla de posguerra:

–En Zarzuela tenemos 10.000 botellas.

Jajajajajaja… Bonne papá no ha podido aguantar la risa cuando la ha oído; casi deja caer el fusil al suelo (se podría haber disparado y eliminar, de raíz, parte de ese poderoso maxilar-guardabarros que La Dientes parece empeñada en convertir en marca de fábrica… ¡qué pena!).

–¡¿Pero qué dice esa chica?! –exclama mamá, horrorizada.

–Nada, querida. Al parecer ha bajado a la bodega y ha contado las botellas una por una. No debe de fiarse de su suegro.

–No me extraña –le interrumpe maman, al borde del colapso–. Yo tampoco lo haría.

–¿Y con quién habrá bajado? ¿Con Mrs. Danvers? –me pregunto.

Mamá, que aborrece las cacerías porque, con toda razón, las considera una ordinariez (“a mí, los animalitos me dan igual; pero las mujeres de los nuevos ricos… es que NO las soporto”), me ha galvanizado con una de sus miradas.

–¿Pero qué estás diciendo? Ella es el ama de llaves. No lo olvides.

Ay, ay, ay. Dientes, bonita, qué difícil es mantener a la vez dos ideas opuestas y conservar al mismo tiempo la capacidad de funcionar, ¿verdad?

[Mil gracias a la Dame y Chambelana Honoraria Sra. Menta, por su impagable contribución a esta página. ¿Qué nuevo infierno nos espera tras esto? La Sra. Danvers amenaza con nuevas –y escalofriantes– revelaciones sobre el Lado Oscuro de la Naturaleza Humana.]

Mañana más.

lunes, enero 12, 2004

Al fin conozco a La Pepa 

¿Carmen Maura, suma sacerdotisa de las rebajas? Pues no, la Maura, o sea, La Pepa –“Pepa, tú te tienes que tranquilizar. ¿Tú has visto cómo tienes los cristales?”– no es Mujer Saldo, para nada. La Pepa es Mujer Luxury. La Pepa es Mujer Glamour. Hasta ahí podíamos llegar, por Diossssss.

Yo, toda mi vida, he sido súper fan de la Maura. Me sé de memoria diálogos enteros que me han sido de mucha ayuda en algunos momentos de mi vida, diálogos que dichos por cualquier otra sonarían ridículos pero que en sus labios suenan exactamente como el Oráculo de Delfos. ¿Ejemplos? La Maura entra en la habitación de su hermano amnésico perdido (y otras cosas, que me callaré porque existen leyes contra la Difamación) y le cuenta su Pasado, un dramón imposible con tintes transexuales-incestuosos, maquillada como una máscara azteca.

En medio de un monólogo maravilloso, en el que desnuda su alma sin pudor alguno y deja que se le corra el rímmel –porque es una verdad universalmente admitida: siempre que desnudas tu alma, se te corre el rímmel–, mira por la ventana y, señalando el sky-line, dice: “Eso es Madrid”. Cualquier otra actriz hubiese estado sencillamente abyecta colando semejante morcilla (que estaba en el texto original) en un monólogo que pretende ser descarnado y muy, muy dramático. Ella está espléndida. Yo es que no lo puedo evitar: cada vez que veo esa escena, se me saltan las lágrimas como surtidores.

Otro ejemplo: la Maura, cuando su vida está, literalmente, pendiente de un hilo (el del teléfono), sentencia con esa amargura más negra que la pez que algunos llamarán experiencia pero que Yo prefiero llamar Vida: “Es más fácil aprender mecánica que psicología masculina. A una moto puedes llegar a conocerla. A un hombre, jamás”.

Bueno, pues Yo, que durante años he estado adaptando mis tonos y registros a los tonos y registros de la Maura, voy el viernes y conozco a su Alma Gemela, La Pepa: “María, hija, yo es que me planteo si no habré perdido la capacidad de sentir. A veces tengo la sensación de que voy a mear hielo”. En cualquier otra, excepto en la Maura, esa frase hubiese sonado más falsa que un Judas de plástico. En ella, su doppelganger, suena como tiene que sonar. O sea: “Eso es Madrid”.

Otro ejemplo: “María, hija, yo no sé qué me pasa a mí con los maricas…” Pues qué te va a pasar, querida, que todos los son.

Que me lo digan a mí.

Mañana más.

viernes, enero 09, 2004

Circulando por el sendero equivocado 

La coronación de papá fue un acontecimiento en la Familia que no ha tenido parangón, ni siquiera un pálido reflejo, en la siguiente generación. Todos sus vástagos han sido condenados a una Vida de Exilio, que ha terminado por afectarnos de un modo u otro. Una Verdadera Pena.

Supongo que, a estas alturas, todo el mundo debe de pensar que no estoy en mis cabales. ¿Cómo iba a estarlo? Si hasta ahora no he hecho referencia al resto de Traumas (con T de Telva) que me rodean no ha sido por falta de ganas –nada más lejos de mi intención que levantar la caja de los truenos, o sea, la tronadora… y acabar como el pobre Apthorpe*–, sino porque me educaron en el más absoluto mutismo en cuanto concierne a mi círculo familiar (no sé por qué, pero la palabra círculo vinculada a familia me recuerda a Dante). Sin embargo diré que Yo no soy la única que... No, no, no.

[*Desde aquí recomiendo vivamente la lectura de Más banderas, el primer tomo de la trilogía Espada del Honor, de mi mitificado –aunque personalmente era una persona execrable– Evelyn Waugh.]

En fin, el caso es que supongo que, después de todo, será verdad: de esos lodos vinieron estos barros y de estos barros, estos limos; y de estos limos, estas mascarillas, que son divinas y te dejan la cara como una pandereta Pérez. O sea, llámalo genes. Y también, claro, llámalo Civilización, Tradición, Coherencia, Personalidad Bipolar y Lecturas Inadecuadas.

Ohhhhh, sweetie, no hay lecturas equivocadas, dirán los típicos ilusos que creen ciegamente en el Poder de la Palabra Impresa. Pues no, queridos, estáis muy equivocados. Hay libros que son Puro Veneno. Lecturas deletéreas, páginas que matan, frases asesinas que pueden cambiar tu vida y convertirla en un Infierno. Ésas, precisamente, son las lecturas que me interesan…

Sí, lo reconozco. Tengo que daros la razón. No estoy en mis cabales. Es más, estoy descabalada perdida. Pues ya ves tú, qué novedad.

[No puedo dejar de reseñar la última adquisición de mi gimnasio: un travestí hirsuto hasta la licantropía, con la cara tan hipercolagenada –los ojos parecen dos canicas al rojo vivo engastadas en dos pliegues de plexiglás– y los labios tan supersiliconados que, cada vez que me la imagino haciendo una fellatio, no puedo dejar de pensar en una zambomba en pleno 25 de diciembre, zum, zum, zuuuuuummmmmm. Ay, Zeus.]

Mañana más.

jueves, enero 08, 2004

Y tú, ¿a quién admiras? 

Hace escasos días, un personaje, escapado con toda probabilidad de un cuadro de Arnold Böcklin (y no, sweetheart, te aseguro que eso no es ningún cumplido), me preguntó, con evidente irritación mal disimulada tras una máscara de desenfadado humorismo: “¿Pero tú es que no hay nadie a quien admires?”

–Oh, sí, claro –respondí. Y di dos o tres nombres –Santa Dorothy Parker, el abate de Choisy, H L Mencken–, tras una severa reflexión de un par de minutos (es el tiempo máximo que Una Mujer Que Aspire a Tener Un Cutis Como Dios Manda puede dedicar a cualquier tema, sea el que sea: el color de la laca de uñas o la situación internacional, ciertamente preocupante y con un marcado tono belicista que me llenaría de inquietud si no fuese porque carezco de CS).– Mmmmm, todos están muertos, claro.

–¿Y alguien vivo?

Si no fuese porque no soy Nada Partidaria de la Violencia Gratuita, le hubiese partido la cara allí mismo. Pero no lo hice. Porque Yo soy así, Mujer Generosa donde las haya.

–Verás, querida, la vida invalida cualquier otro aspecto en una persona, por muy positivo que sea. Una persona viva es, definitivamente, una persona que estaría mucho mejor muerta. Muerta y enterrada.

“Y tú eres un buen ejemplo”, podría haber añadido. Pero no hice. Porque… etc., etc.

En fin, el caso es que desde entonces me planteo que tal vez, sólo tal vez, tenga un pequeño problema de apreciación, o al menos un pequeño problema con eso que llamamos Fuerza Vital en general y Ser Humano en particular.

Y yo me pregunto… ¿No sería posible hacer apostasía de nuestra condición cárnica (y kármica) y convertirse, por ejemplo, en una bonita mesa de taracea o sillita chippendale? Yo abogo, fervientemente, por Esa Metamorfosis.

Qué mal hecha está la Naturaleza, demonios…

Mañana más.

miércoles, enero 07, 2004

L'Inferno son los demás siempre, siempre, siempre 

Los que entráis aquí, abandonad toda esperanza.

Bueno, pues al fin ha acabado La Pesadilla, el Infierno Revisitado, la Mort Rouge. Si algo he sacado en claro de esta explosión de Buenos Sentimientos llamada Christmas es que no sé nada de sentimientos, naturales o antinaturales. Lo más parecido a un sentimiento que he sentido en las últimas semanas ha sido una pulsión, probablemente homicida, contra el Género Humano en general, y el subgénero Marica/Maruja de Provincias en particular (que nadie se llame a engaño: son perfectamente intercambiables; las referencias culturales, la estética, incluso las mechas son exactamente las mismas en ambos casos). Qué horror. Qué espanto.

No quiero personalizar, porque me parece una pérdida de tiempo; me limitaré a reproducir las palabras del Gran Chambelán JA ante una especie de mazorca de maíz antropomorfa con una melena que inducía claramente a la Eutanasia Activ(ísim)a e incluso a la piromanía: “Coño, es que la gente es muy atrevida”.

Sí, la gente es muy atrevida. La gente, en realidad, ha hecho del atrevimiento una especie de esprit du temps que, claro, hay que respetar porque si no esa misma gente te acusa de neona(n)ci. O sea, ¿no quieres caldo? Pues ahí tienes, toma dos tazas a rebosar. Y si encima tienes el atrevimiento de poner el Grito en el Cielo eres Lo Peor.

Al parecer, la consigna es practicar una indiscriminada y meliflua tolerancia al estilo de los monjes medievales (tipo Santa Genoveva de Brabante). Pues no, estoy plenamente de acuerdo con la tiíta Truman: hay que huir de los santos como de la peste bubónica. O sea, prefiero mil veces ser Mujer Intolerante a Mujer Condescendiente. Prefiero mil veces ser Mujer Intolerable a Una Completa Imbécil (con el coeficiente intelectual de una alcachofa). Lo Intolerable son los demás.

En fin, gracias a Dios siempre nos quedará París –que es divino– y algunos ex maridos. Porque Toda Mujer Que Se Precie siempre, siempre, siempre debe llevarse bien con sus ex maridos. Reconozco que esta premisa vital tiene sus detractores, acérrimos y ciertamente beligerantes en algunos casos, pero está claro que ellos jamás se han planteado a Kay Kendall como Modelo A Imitar. Yo, sí.

Mañana más.

lunes, enero 05, 2004

Decálogo para ayuda de las ovejas (y pastorcillas) descarriadas 

Bueno, pues aquí estoy de nuevo… con 10 Propósitos de Año Nuevo.

1. Mentir por placer.
2. Criticar por vicio.
3. Despreciar, sin distinción de sexo, credo, raza o color (de pelo), a todos por igual.
4. Carecer por completo de CS (Conciencia Social).
5. Adorar al becerro de oro en todas sus manifestaciones, excepto las más obvias.
6. Meter cizaña siempre que sea posible.
7. Heredar.
8. Adelgazar (más).
9. Ridiculizar, vejar, destrozar, destruir, matar, exterminar, aniquilar… (y no añado “comer mierda”, porque ya se me adelantó Divine).
10. Y sobre todo, amar a los millonarios como a TI misma.

En fin, otro día os contaré qué opino de estas Fascinantes Fiestas.

Mañana más.

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