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jueves, febrero 26, 2004

¿Inteligencia? Total, qué más da 

“La inteligencia es el único valor absoluto reconocido por la marquesa (MdD), es su pasión desinteresada y a un tiempo su arma agresiva: aclara, desenmascara, ironiza, confiere prestigio, pero nunca se transforma en una fuerza constructiva, en un sentimiento creativo, y pasado cierto punto engendra incluso frustración y dolor.”
Benedetta Craveri, MdD y su mundo

Creo que la inteligencia, en general, está sobrevalorada. Igual que las tetas. Son dos conceptos, o más bien, dos pilares del mundo contemporáneo que a mí, la verdad, empiezan a hartarme. Tetas o cerebro. Como si no existiese otra dicotomía. O sea. Rubia o morena. Puta o Santa (como La Pucelle, la pobre). Marlene o Garbo. Eduardiana o rabiosamente pop… Qué pereza, por Dios.

La inteligencia, por ejemplo, no ha salvado a la pobre Masako de deprimirse viva. Normal. Yo también lo haría. Pocas prendas en el mundo favorecen tanto como un kimono, pero esas mangas… Yo creo que son una metáfora. Si Una es capaz de llevar esas mangas con dignidad, Una puede con todo.

Yo paso total (de inteligencia, de tetas, de kimono). Yo… (pausa)… lo único que quiero a estas alturas es poder ir a la peluquería y relajarme. Decirle a la peluquera: “Hazme esto” y que, efectivamente, lo haga sin necesidad de demostrar a cada tijeretazo que es creativa. Vamos, súper creativa. Vamos, la más creativa. Vamos, que no es peluquera “sino estilista, bonita”. Estilista, estilista, estilista… Si eso es estilo, querida, Yo soy María de Rumanía.

Yo estoy ya en otro estadio. Algo tipo zen. O sea. Sí, la inteligencia está muy bien; las tetas, también; los kimonos (sobre todo si son antigüedades), ni te cuento… Pero, ¿qué quieres que te diga? Que no. Que a mí dame peluqueras, no estilistas; películas, no reflexiones (porque para reflexionar ya me basto y me sobro Yo solita); un plato de comida, no una sinfonía de colores y texturas; ropa, no jirones…

O sea, es verdad: pasado cierto punto engendra frustración y dolor, pero pasado otro punto, más allá del primero, lo único que queda es una profunda indiferencia. O sea, tal y como decía otra diosa tutelar de mi iconostasio, la hermanísina señora Bell, “cada día hay que sentir menos”. Menos, menos, menos. Nervio a nervio, hasta la ataraxia final.

Mañana más.

miércoles, febrero 25, 2004

Nuevas tendencias: psicokillerío a tutti-plain 

Desde el ángel a la ostra, nadie es feliz. MdD vuelve a dar en el clavo. Es lo que tiene el miriñaque, que te da otra perspectiva de las cosas. Pero, claro, siempre habrá alguien que no esté de acuerdo. Porque la gente es así. Atroz.

En fin, Yo espero no convertirme en una de esas mujeres que sucumben a la tiranía del canutillo (bordado, no droga), por eso prefiero hablar hoy de un tema plenamente contemporáneo: el Homicidio. Y más concretamente, los psico-killers.

Soy una ardiente admiradora del psico-killer en general (como género: humano, literario y textil) y de Jeff Dahmer en particular. Jeffrey ha sido, hasta la fecha, el más, el mejor, el único. Yo, si tuviese que morir a manos de un psicópata, lo haría gustosamente en manos del Carnicero de Milwaukee. Qué estilo, qué psique, qué depravación... Qué todo.

No contento con matar a sus víctimas (tinajeros en su mayoría, con lo que ya cuenta con todas mis simpatías), se las comía, las violaba antes y después de sus crímenes, las drogaba e imitaba a Gilles de Rais (o sea, la fricción con sus vísceras le daba lo que mi abuela, la Reina Madre, hubiese definido como “un gustirrinín muy agradable, querida”), se bañaba con ellas, incluso experimentó con la posibilidad de convertirlas en zombies mediante rústicos experimentos con el escoplo (como si los tinajeros necesitasen de una lobotomía para parecer muertos vivientes). En fin, que Jeffrey era Una Joya.

Tras sus crímenes, desmembraba los cadáveres, guardaba en el refrigerador las partes blandas para los hors d’oeuvres y cocía los cráneos, para después blanquearlos y pintarlos en un elegante tono gris tórtola. Su idea inicial era confeccionar un decorativo, aunque levemente recargado, altar-osario de estilo capuchino en su armario ropero, pero la Policía, tan poco amiga de la decoración como de los osarios amateurs, desbarató el proyecto.

Se desconoce el número exacto de crímenes que llegó a cometer, ya que los psico-killers tienen un pequeño defecto, la vanidad, y por tanto no conviene tomarse al pie de la letra todo de lo que se vanaglorian... A mí, particularmente, me da igual. Lo importante es l’esprit. Y, qué duda cabe, a Jeffrey espíritu le sobraba.

Al final, una de sus víctimas escapó de su apartamento y alertó a la Policía. No era la primera vez. Unos meses antes, otro de los tinajeros consiguió escapar, pero la Policía llegó a la conclusión de que se trataba de una pelea de maricas, de maricas sadomasoquistas encima, y total, ya se sabe cómo son esos depravados...

Al final, un compañero de celda acabó con la vida de Jeffrey Dahmer porque él, un asesino decentísimo como el que más, no soportaba verle el careto a ese monstruo de la naturaleza ni un día más. Lo comprendo perfectamente. Si a mí me metiesen en la misma celda con Lina Morgan o The First Lady, por poner un caso, Yo no sé lo que haría. Pero seguro que encontraría otro uso para la lima de uñas; probablemente letal, de eso no me cabe la menor duda.

Lo mejor es que, tras la autopsia, los padres de Jeff se pelearon por su cerebro. Su madre quería venderlo por una pasta a una institución psiquiátrica, “para que lo estudiasen, claro"; todo por la ciencia. Su padre lo único que quería era poner pies en polvo(rosa) y olvidar, pero sus conciudadanos no estaban dispuestos a dejar las cosas Así Como Así. ¿Qué tal si abrimos un Museo de los Horrores (Verídicos) con todos los gadgets empleados por tu hijo en sus horrendos crímenes? Seguro que sacamos un potosí, ricura...

Ay, la naturaleza humana. Cada día me gusta más.

Mañana más.

lunes, febrero 23, 2004

+ MdD (o sea, más Madame du Deffand, de la que cada día que pasa soy más, pero más súper fan) 

“Seríamos muy felices si pudiéramos abandonarnos a nosotros mismos como podemos abandonar a los otros.”

Pues sí, madame [du Deffand], estoy plenamente de acuerdo con usted. Lamentablemente, es un tanto difícil desprenderse de la piel, aunque sea a tiras, y el Ego, de modo que no nos queda más remedio que continuar tirando del carro como mulas jerezanas enjaezadas para la bendición del día de San Antón.

O, como señala la señora du Deffand con tanto acierto:

“Aportamos al nacer nuestros vicios y nuestras virtudes y, por consiguiente, nuestra felicidad y nuestra infelicidad; y no podemos cambiarlos en absoluto.”

O sea, que Esto es Lo Que Hay.

Y vosotros os preguntaréis: ¿y esto a qué viene? A vosotros os lo voy a contar Yo… ¡Faltaría más!

Mañana más [levemente menos melancólica, eso sí... Ay, la maldita nostalgia, qué hija de perra].

domingo, febrero 22, 2004

Las cloacas no descansan. Yo sí, afortunadamente 

Bueno, pues ayer volví a tener noticias de un fantasma del pasado a quien creía desterrado al Reino de las Sombras (desafortunadamente, sólo en sentido metafórico, aunque confío en que, en algún momento, rendirá cuentas ante Lo Inveitable; al fin y al cabo, su carnet de baile está ya francamente deteriorado), la Mamarracha Morigerada, al parecer en pleno periplo groupie por algún pajar o dondequiera que esta gente(uza) del mundo rural se disponga a incubar sus huevos (me temo que en este caso en un sentido desafortunadamente nada metafórico, ya que Tonito & Co.[horte] son muy de eso, de incubar huevos, propios y ajenos... Es lo que tiene haber salido de la España Profunda: por mucho que recurras al Mundo Denim, al final, en cuanto escarbas un poco, la boina y la pana salen a relucir como los pelos enhiestos del puercoespín, más puerco, en su caso, que espín).

Yo creía que la Mamarracha Morigerada era uno de esos seres unicelulares, como las bacterias, los bacilos o los compañeros de pupitre, que uno puede olvidar tranquilamente, relegándolos para siempre jamás al desván de la Amnesia Voluntaria. Para nada. Tonito & Co. es como los testigos de Jehová o las ladillas: siempre vuelven. Qué horror.

"Yo es que soy muy amigo de Placebo [así, al completo]." No, querido, no habrá Placebo para ti Más Allá del Arco Iris. Lo único que habrá es una tortura eterna y renovada: un espejo. Eso es. Estarás condenado a ver tu sucia cara de comadreja famélica —esos dientes, por Dios; y esa piel, y ese pelo (en singular), y la papada caída como las ruinas de Herculano, y esa voz, como hojarasca pisoteada por botitas infantiles (porque Tonito es muy de infantes: él se agarra a ellos como liendre a vaso capilar tratando de conjurar su deuda con La Vejez, su gran bestia negra, sin darse cuenta de que sus tetas y su barriga ya han perdido la batalla), y todo...—, sí, esarás condenado a contemplar tu imagen —esa imagen— para el Resto de la Eternidad.

Mïrate. ¿Qué ves? Una mamarracha morigerada, efectivamente.

Qué pena más grande.

[Afortunadamente, el impacto de este heraldo de las catacumbas quedó mitigado por la compañía, siempre fascinante, maravillosa, estimulante, divertidísima, encantadora, cálida, celestial del Gran Chambelán JA y mis angélicos y amados A. & A. y, por supuesto, de mi ex marido, de quien cada día que pasa soy más fan... Debe de tratarse, sin duda alguna, de algún tipo de nueva perversión patólogica que estoy cultivando, como todas las mías, de manera inconsciente, pero con una desusada generosidad. Un beso enorme a todos... y un pequeño tajo de bisturí en la carótica a la Mamarracha M., de quien no puedo decir que me lea porque carece de las aptitudes necesarias.]

Mañana más.

viernes, febrero 20, 2004

Madame du Deffand responde... 

París, siglo XVIII: En los últimos años de su vida Madame du Deffand sintetiza lacónicamente su relación con la duquesa [Madame de Luxembourg, una perra con todas las letras, de la que soy Fan Incondicional], quien la asistirá en su lecho de muerte: “Si creyese en la amistad, diría que la siente por mí”.

Pues sí, querida, si creyese en la transmigración de cuerpos y almas, yo diría que lo que siento por usted, estimadísima señora du Deffand, es el reconocimiento que siento a diario cuando me miro al espejo. ¡Qué mujer, Domine Dio!

Otro ejemplo. Una tarde en sus aposentos su amigo de toda la vida, el conde de Pont-de-Veyle, especializado en el ennui vital, rompe el silencio:

PdV: Uf.

MdD: Desde que somos amigos, ¿ha habido nunca una nube entre nosotros?

PdV: No, señora.

MdD: ¿No será porque no nos gustamos nada el uno al otro?

PdV: Puede ser, señora.

O sea, si creyese… Ay, sí, señora, pero –afortunadamente para todos– NO creemos.

Mañana más.

miércoles, febrero 18, 2004

Por el amor de Dios, que no trascienda. ¡Que no trascienda! 

Bueno, pues no doy creditito. O sea. No credit card. O sea. No puedo con la vida. O sea. Trankimazín ya. O sea. Pero toda la caja. Virgine Maria. Domine Dio. Santo Críspulo Bendito. La Virgen del Sagrado Paño. Por Diosssss.

Recojo los globos oculares (y la quijada) del suelo y continúo.

Escena (grotesca donde las haya): examen de Historia de Grecia en una de las aulas de la Universidad a Distancia, más conocida como UNED (porque a mí, es cierto, dame una sigla –y una piedra preciosa engarzada en platino– y me harás Una Mujer Feliz).

Los alumnos se juegan su aprobado a cara o cruz, inclinados sobre los folios como los monjes amanuenses de un monasterio medieval sobre las nalgas de un joven novicio (el beso negro no es, precisamente, un Invento Contemporáneo, aunque algunos incondicionales del Strong Center –entre los que incluyo a un par de cónsules especialmente depravados, que saben muchísimo de historia griega, de lengua griega y de griego, así, en general– no parecen estar de acuerdo y se desviven por demostrar su vigencia, más allá de los siglos… y de las venas varicosas). Bueno, pues así están las cosas: a cara o cruz. A Cara (dura) o Cruz (gamada).

Cara: ¿El Peloponeso? ¿Es alguna clase de pelo púbico? Cruz: Pues no sé, déjame que me acuerde… Pelopo, pelopo… Peloponeso. ¿David Bisbal no tendrá algo que ver en todo eso (por lo del pelo público)? Pues no sé, tía. Tía, ¿pero qué haces?

Cara: la de Ella, la mujer demudada, devanándose los sesos (con s líquida, muy líquida); sus rasgos afilados por la culpabilidad y la ignorancia, delatándose de la manera más palmaria a causa de su actitud, ciertamente sospechosa. Su inclinación, en ángulo agudo, agudísimo, es más que propia de una hetaira, profesión muy reputada en la Grecia clásica, e igualmente reput(e)ada en la actualidad, que de un monje trapense. ¿Hetaira? La mujer frunce el ceño, porque el término le resulta vagamente familiar. No me extraña. Me temo que esta mujer –doblada sobre sí misma como una alcayata humana– conoce su significado tan bien como… Vamos, como si la hubiese parido (la palabra, no a una hetaira… Aunque nunca se sabe).

Cruz: el tribunal, que la contempla con ojos como platos. O sea. Ojopláticos. O sea. De no dar creditito.

Profesora de la UNED, estupefacta: ¡¿Pero qué hace esa mujer?! ¿Un auto-cunilingus? ¿Qué tipo de perversión es ésa? Yo diría que… ¡Qué horror!

Presidente del tribunal: Pero… ¿Es que no lo ves? Está copiando. ¡La tía cerda! Pero, bueno, ¿es que no puede copiar como el resto de sus compañeros, discretamente y sin tantas alharacas? ¿Cómo se puede ser tan inepta?

Profesora de la UNED, más estupefacta aún: Pero, por Dios, que alguien haga algo. Le va a dar algo malo a la pobre… Se va a fracturar el cuello… O algo peor.

Presidente de la UNED: Que la saquen del aula, aunque sea a rastras…

“…Y que la lleven al pozo de las víboras”, piensa. Aunque tiene la delicadeza de no expresarlo en voz alta. Se limita a indicarle a un bedel con gesto displicente y vagamente pontifical, algo así como La Karol intentado ligarse a un chulángano de la Guardia Suiza, parkinsónica perdida, que se lleve YA a Esa Mujer(zuela).

El bedel se acerca a la mujer(uca), convertida a estas alturas en una gárgola, mientras rebusca en los pliegues de la ropa qué coño es eso de las Guerras Médicas, y deja caer sobre su hombro una mano de dedos engarfiados como la del mismísmo Dios. La Mujer suelta un alarido. Salta como herida por el rayo. Y una lluvia de chuletas cae al suelo como la nieve sobre los cedros (del Sinaí, claro).

Mujer Pillada En Falta (en pleno bitango): ¡¡¡¡¡¡¡Aaaaaaaaaaarrrrrrrrrrrrrgggggghh!!!!!! Dios mío, Dios mío, Dios mío. Ay, ay, ay.

Se mesa los cabellos. Sus manos se retuercen en un charlestón epiléptico. Ella misma, de hecho, parece al borde de un ataque de eplipesia.

Mujer Pillada En Falta (atacada de los nervios): Que no trascienda, por Dios. Que no trascienda.

La profesora de la UNED le dirige una mirada de conmiseración (porque es Una Dama, no como la Mujer Pillada En Falta, que es una perdularia… No hay más que verla).

MPEF: Que no trascienda. ¡QUE NO TRASCIENDA!

Profesora de la UNED, de piedra roseta: ¿Pero qué le pasa a esta mujer? Se ha vuelto completamente loca… Pobre. Llévenla a mi despacho…

No será hasta un cuarto de hora después, cuando la MPEF (más histérica que nunca) confiese, entre llantos, alaridos y súbitas convulsiones faciales, su identidad (ya que no su verdadera naturaleza, que Salta A La Vista; el pelo de la dehesa es lo que tiene).

Sí, sí, sí.

Y ahora, por favor, dejadme recoger de nuevo mis globos oculares del pavimento.

Sí, es ella. La Madre. La Madre. LA MADRE.

Bonita, mira que copiar en el examen de Historia de Grecia cuando tu consuegra te la podía haber explicado de Cabo a Rabo… Oh, sí, jajajaja. Porque Ella no es otra que Stabat Mater Dolorosa, Juxta Crucem Lacrimosa. O sea, sí, la mamma. La madre de Esa Mujer. La Mujer Unida A Una Prótesis Dental. Esa mujer que escribe su nombre con Z y regala joyas literarias… Sí, Ella. Escalofriante realidad.

Jajajajajajajajajajaja.

Ay, de verdad que no puedo con la vida.

Mañana más.

lunes, febrero 16, 2004

Un (breve) cuento moral 

Sonríe, sonríe, sonríe... Fue lo último que escuchó antes de que le pegasen un tiro a bocajarro. Un tiro que, por otra parte, se tenía más que merecido.

Mañana más.

domingo, febrero 15, 2004

Contra el amor 

Supongo que me ha dado el week-end reflexivo, pero cuando Una se enfrenta a frases como Estas qué puede hacer sino abismarse en sus pensamientos:

Primera frase: "El amor es en sí mismo una exageración que tiene tendencia a ser contagiosa".

Segunda frase: "Cuando el amor te ha dado satisfacciones descubres que una gran parte del resto de tu vida es sólo el pago por ellas, letra tras letra..."

Autor: Glenway Wescott. Fuente: El halcón peregrino, cuya lectura recomiendo encarecidamente.

El amor me parece un espectáculo deplorable y, en general y en cualquiera de su manifestaciones, de muy mal gusto. Puede que tenga un problema con el amor, pero siempre he sido de la opinión de que es algo íntimo. Sí, lo sé. Soy una Mujer Anticuada, lo que podríamos llamar una reliquia. Pues sí. Lo soy.

Da gusto encontrar a una persona (muerta, naturalmente; ay, cada día soy más fan de la muerte: toda persona que tenga un mínimo de Buen Gusto debería morirse) que da con la palabra justa, con la expresión acertada: "...una exageración que tiene tendencia a ser contagiosa". Pues sí, como el cólera o la peste bubónica.

Abajo el amor.

Mañana más.

sábado, febrero 14, 2004

Dos reflexiones, una crónica (Larios y lirios) y una cita 

Reflexión nº 1:
En algunos idiomas, la caridad y el amor se designan con la misma palabra. Me quedo estupefacta. Dos conceptos distintos, y a mi juicio excluyentes, unidos por el lenguaje como dos hermanos siameses. El amor es, o debería ser, lo contrario de la caridad. El amor es, básicamente, egoísmo. O bien, para aquellos que no quieran enfrentarse con la realidad, esa hija de perra, una sublimación del egoísmo.

Reflexión nº 2:
¿Cómo debería sentirse Una cuando el taxista le propone una felación rápida en la puerta de su casa, tras un infructuoso tête-à-tête con un culturista báltico incapaz de mantener, ni siquiera de esbozar mínimamente, una erección a causa del alcohol y las drogas? ¿Halagada? Supongo que debo ser extraterrestre.

Crónica: Larios y lirios
Después de salir huyendo de la fiesta Larios, como un lirio de pascua, doy con la clave para Triunfar En Sociedad: depilarse las cejas y enarcar una, la derecha, hasta convertirla en la ojiva de una mazmorra medieval. Una vez superada la fase flamígera, hay que centrarse en el pelo: qué pena más grande... Si esto no es decadencia —la humanidad está necesitada de guía, bien lo sabe Dios, especialmente en materia capilar—, que venga Nuestra Señora de Todas las Depravaciones y lo vea. Esos pelos...

Y claro, no hay fiesta sin mis dos palabras favoritas del idioma español: barra y libre. Pero, claro, si para conseguir una copa tienes prácticamente que saltar sobre una trinchera de hielo y amenazar al camarero con una castración fulminante, la diversión palidece considerablemente hasta diluirse en el horizonte, ese horizonte de cabezas engominadas (y vacías) y perfiles retocados por el mismo cirujano plástico.

Y luego, claro, está el Capítulo Invitados (entre los que Yo me encontraba; aún sufro de convulsiones y espasmos). ¿De dónde los habían sacado? ¿De un cotolengo? Esas modelos famélicas parecen criaturas exhaustas, frágiles como porcelanas chinas, pero que nadie se deje engañar por las apariencias: saben cómo defenderse, vaya si lo saben. Haz la prueba: coloca ante ellas una bandeja de crudités y verás cómo serían capaces de saltar sobre el cadáver de su propia madre, a la que previamente habrían matado a taconazo limpio, para hacerse con un lánguido trozo de zanahoria, un trozo, por otro lado, con evidentes connotaciones fálicas.

Para resarcirme, A. & A., dos seres angélicos y caballerosos que velan por mi virtud siempre que sucumbo al Síndrome MIM (pérdida fortuita, y en mi caso recurrente, de Memoria, Inhibiciones y Móviles), me llevaron en volandas a la fiesta que David Delfín daba en un cool-antro, al que también podríamos llamar Cul-de-Sac. En fin, allí pude corroborar la veracidad de mi teoría sobre Cómo Triunfar en Sociedad: cejas depiladas y golas isabelinas por doquier. Y mucha, mucha melena necesitada de guía espiritual (y DDT, probablemente).

Al final... En fin, lo de siempre. Un poquito de degradación nunca viene mal.

Y la cita:
"La humanidad (...) tiende al histrionismo, preocupándose en ensayar con todo detalle cada arrebato de pasión, de manera que la mitad de nuestra vida no es más que una difusa y tormentosa ficción".
Glenway Wescott, El halcón peregrino

Amén, hermano.

Mañana más.

viernes, febrero 13, 2004

Arte Contemporáneo: nivelón, nivelón 

Escena en ARCO. Ayer. Arakis, drag-curator de la Fundación Bilbao Arte, pintada como una mona (de Pascua) y con pelucón a lo Siouxie en su época helecho-siniestro, modera una mesa redonda con el leit-motif “Feminismo y Superfeminismo”.

Uno de los operarios, vestido con el mono de trabajo diseñado (jajajaja) por David Delfín como homenaje (jajajaja) a Joseph Beuys, pregunta con un inimitable, aunque paródico, acento mostoleño:

–Arakis, tía, verás… Yo, en nombre de todo el equipo de producción, me preguntaba… Verás, tía, ¿por qué el aperjéid éste al que han estado sometidas las mujeresssh desde hace…, bueno, tía, un huevo de años?

Arakis, pillada en falta, parpadea un momento, provocando una tormenta de rimmel y eyeliner en el auditorio, antes de replicar con la boca pequeña (aunque parezca increíble):

–Pues… Es que no sé qué responder a Eso. Es como si un día vas por la calle y te cae encima una teja.

Toma del frasco, Carrasco. Chúpate esa, Teresa. Qué nivel, Maribel.

Mañana más.

jueves, febrero 12, 2004

¿Qué haría Yo sin mis chambelanes... y sin mis citas?: vínculos, lapidaciones y Richard Nixon 

“Tratamos siempre de crear vínculos donde no existen verdaderamente”. Mi vieja amiga, la señorita Brookner (Anita), lleva razón. Siempre, siempre, siempre tratamos, denodadamente además, de crear vínculos de cualquier tipo donde no existen ni existirán jamás. Es inevitable.

¿Ejemplos? Que cada cual encuentre el suyo, porque a estas alturas está claro que todos sabemos de qué pie cojeamos. ¿O no, queridos míos? Además, empiezo a encontrar el rollo lapidación en la plaza pública un poquitín estomagante. Para eso ya está Amina. Que si la lapidan, que si no la lapidan, que sí, que no, que sí, que no, que… Qué pereza de chica, por Diossssss.

Otra súper cita de la señorita B.: “Siempre estamos bien dispuestos hacia aquellos que han tenido el buen gusto de pensar que somos guapos”. Pues sí, Anita, darling, sweethart. Siempre, siempre, siempre. Súper bien dispuestos: brazos abiertos, piernas abiertas. Todo, todito todo openly open.

Y claro, Una se pregunta: ¿hasta cuándo? Pues básicamente hasta que el cuerpo aguante, guapa.

Menos mal que aún me quedan mis chambelanes (divinos), como el gran (y tullido) R., que ayer me envió el siguiente retrato: "Intrigante, infame, depravado, ególatra, traidor, alcohólico, vengativo, criminal, cínico, manipulador, mafioso, arrogante, hipócrita, chantajista, taciturno, desconfiado, inestable, desequilibrado, soberbio, colérico, adicto a los barbitúricos, subversivo, mentiroso, perturbado, corrupto, corruptor antidemócrata… "

No, no se trata de mí, tras someterme a un cambio de sexo (¡jamás!), sino de Nixon (Richard), un hombre a quien, a juzgar por lo que cuentan las crónicas y los biógrafos, me hubiese encantado Conocer.

Mañana más.

miércoles, febrero 11, 2004

Ahí hay un hombre que dice: "Ay, devuélveme las pinzas, cacho puta" 

Me monto en el metro –horror, horror, horor; es más, horror vacui– y mi detector de gays, a la vista de un océano encrespado de cejas depiladas, me indica que no hay ni un solo heterosexual en el vagón. Lo normal.

Salgo y me encuentro en plena Gran Vía con un panorama desolador. Más cejas depiladas; mi detector de gays está a punto de provocarme una electrocución fortuita. Cómo está la calle. ¿Un carnaval de horrores? No, un carnaval. Y punto.

Voy al gimnasio. Me dejo el detector en la taquilla, porque a estas alturas… Qué queréis que os diga: para encontrar a un hetero ahí tendría que contratar a un zahorí.

Salgo del gimnasio y recibo una llamada de alguien que dice llamarse Christian-con-hache-intercalada y... No necesito oír nada más para apagar definitivamente mi detector de gays para siempre jamás. Siempre. Jamás.

Yo… sí, soy una ingenua, lo sé; lo soy… en algún momento de mi vida… sí, lo sé; lo soy… me había planteado la remota, remotísima posibilidad de… sí, lo soy (una ingenua, no una perdida, que también); lo sé… encontrar a un caballero… un caballero heterosexual… Un hombre… Alguien… No sé… Un tío…

¿Qué pasa en el mundo? ¿Qué pasa en esta ciudad? ¿Madrid? ¿Maricadrid? ¿Mariquísimadrid?

¿Hay alguien ahí (heterosexual)? ¿Hay alguien, ay?

¿Hay?

Mañana más.

martes, febrero 10, 2004

Still alive (aunque, a este paso, por poco tiempo) 

Bueno, pues creo que vuelvo a La Vida, o sea, más o menos. La verdad es que Una se queda para el arrastre después de un week-end de lo más intenso. Trato de mantener las formas, pero estoy segura de que al final necesitaré una Faja Social si quiero no desbordarme, bigger than life. De nuevo.

No me importa admitir mis culpas, mis delitos y faltas, mis pecados, mis miserias y mis resacas. Pero, claro, cuando llega el día en que engarzas Una con Otra como si fuese una trenza... “¿Pero tú qué haces para tener siempre ESA resaca?” (al parecer, siempre se trata de la misma, aunque con múltiples facetas, como un diamante o un psico-killer)… Pues eso, cuando tu vida consiste, básicamente, en sobrevivir a La Resaca…

No sé. Como dice el Chambelán R., transformado por obra y gracia de la Viuda de Clicquot en Tullidito Martínez-Bordiú, no necesitamos de accidentes en escalinatas ajenas para darnos cuenta de, tal vez, mmmmm, puede que… puede que…

¿Alguien conoce el número de la Betty Ford?

¿Liz? ¿Liza? ¿Estáis ahí?

Mañana más.

lunes, febrero 09, 2004

Borracha, mamarracha y puta 

Otra vez.

Mañana más.



viernes, febrero 06, 2004

Pero... ¿Sara Montiel es bollera? 

Tonito Pestaña Mecánica: “Que yo no soy maricoooooooooón.”

Jesús Oneida Mariñas: “Tú lo que eres es un miserable y un… (pausa muy dramática) canalla”.

Nana (hermana de Chonchi y víctima de un cirujano plástico que ha convertido sus labios en el escaparate de una charcutería… nada fina), con gran revoloteo de manos, dedos engarfiados, bisutería y logo de Pedro del Hierro estampado en las tetas: “Mi madre sí que ha tenido que sufrir” (No me cabe la menor duda).

El hermano gemelo de Dinio. No abre la boca, se limita a caerse de la silla. La oligofrenia (y la botella) es lo que tiene.

Chimo Rovira, con un estilismo perpetrado por una marica especialmente perversa: americana (infecta) de terciopelo color lo-que-quiera-que-sea-que-fuese-aquello (algo así como una ciruela putrefacta) y jersey de cuello cisne (las aves, ya se sabe, son Lo Peor; los cisnes, sobre todo, son especialmente agresivos, como el look de Chimo). Y un pelo… Ay, qué pelo.

Karmele. No comments.

Lidia. Esas mechas… ¡Esas mechas! ¡ESAS MECHAS, por Diossssssssss!

Antonio Sánchez Casado. Cada una de sus intervenciones es comentada vía SMS por el público, ese público: “Maricón, que estás todo el día en Chueca. ¡Sal del armario!”

Una marica absurda (canaria, neo-hippie, con un perfil como de sacerdote asirio empuñando una daga ritual sobre una de sus víctimas, a primera vista humana), con toda probabilidad culpable de la inflación internacional, ya que cada vez que abría la boca se disparaba el precio del pan, el petróleo, los tintes capilares y otros productos de primera necesidad en ese plató (los chulos, por ejemplo).

Y el público, claro… Ay, qué público. ¡Qué pena más grande!

Chambelán R. (con un look súper actual, a lo mujer maltratada): “¿Pero QUÉ es esto? ¡No doy creditito!”

Yo: Pásame el vino. No, una copa no. La botella.

Mañana más.

jueves, febrero 05, 2004

Una bofetada de realidad 

Por fin, las parejas homosex (maricas y lesbo-killers) catalanas podrán adoptar niños. ¡Qué bien! Supongo que previo paso por Ikea y la tienda de mesas-camilla de la esquina, la vicaría más próxima, el banco para firmar con sangre esa hipoteca-esclavitud que les mantendrá atados y bien atados el resto de sus días, la Buchinger… En fin, qué fenomenal.

La Mujer-Chincheta desmiente su relación con el Sr. Labio Leporino. Pues ya ves tú, querida… Y la gente se rasga las vestiduras. Cuánta ingenuidad, si quien gasta amante no es Él, sino Ella (esa mujer cuyo cutis recuerda vivamente a una puerta muy, muy rústica que merecería ser lijada). Paso total de la Mujer-Chincheta y sus mechas.

Treinta cineastas españoles –jajaja, ay, qué risa Tía Federica née Felisa– se han unido para perpetrar un documental-patchwork sobre la realidad española. Yo, por si acaso, he corrido a esconderme detrás de un macetero que tengo en casa tras asegurarme las retinas con velcro por lo que pueda pasar. Un botón de muestra: Víctor Manuel analizará "con mirada crítica” un “centro de recuperación para mujeres maltratadas". Chúpate esa, Teresa. Y luego, por tu propio bien, escupe.

Y además tenemos: el cabo transexual de la Armada que quiere llamarse Mari-Mar (heavens!), por lo que tiene que someterse a pruebas de urografía (sic: supongo que tendrá que escribir su nombre tranx en un paredón con su propia orina antes de ser fusilado por depilarse las cejas de una manera tan atroz); el hombre condenado a dos años de prisión por espiar el diario de su mujer para saber por qué coño quería separarse de él (la verdad, yo tampoco me lo explico, querido); o ese otro hombre que enterró a su madre en cal viva y la ha tenido en casa desde entonces (o sea, algo así como Norman Bates, pero con barretina); a Manu Gutiérrez Aragón dando lecciones de cine en Berlín con una fascinante película cuya sinopsis comienza con esta frase: “Una bella pasiega…” (imaginaos el resto; hay mucha vaca, eso sí); a Haakon de Noruega, dando lecciones de geografía ante Jorge Sampaio: “Noruega y Portugal se encuentran en los extremos opuestos de Europa. El suyo, sobre las calurosas playas del Mediterráneo, nosotros, en lo más al norte de donde se puede llegar” (tú sí que has llegado lejos, hijo mío, border-line total); a Nekane Le Frik (no hay nada que comentar de ella; sus vestidos hablan por sí mismos)…

En fin, podría seguir hasta la náusea. Pero no. Mira. Casi voy a cerrar el periódico. La realidad, la realidad, la realidad… Qué queréis que os diga. Yo prefiero a Anita Loos.

Mañana más.

miércoles, febrero 04, 2004

Un poco de compañía (aunque sea espectral) 

Ha muerto María Gómez. Pocas personas la conocerán por ese nombre tan plebeyo, muy, muy pocas. Yo sí. Yo la conocí un día, en que SAR el Rey, maman et moi fuimos a Bélmez, atraídos por la fama esotérica de las caras de ídem. ¡Qué miedo! Entrabas en su salón –una habitación mucho más exigua que cualquier chiribitil imaginado jamás por esa mente perversa de James Purdy–, y allí estaba ella: una bruja vestida de bruja, con pelo de bruja y expresión de bruja, viendo a otra bruja, Ana Rosa, a cuyo lado ella no era más que una aprendiz, tipo Angela Lansbury, pero con estilismo Puerto Urraco.

Pero ella, claro, no estaba sola. Estaba acompañada. Y de qué modo. El suelo del salón y del pasillito angosto que tenías que atravesar para poder profanarlo*, las paredes, el hogar de la chimenea… Todo estaba constelado de caras. No, de manchas no. De caras. Caras que te miraban con los ojos bien abiertos y cuya mirada te perseguía por toda la habitación mientras, delante de la dueña, algún turista educado directamente en un cotolengo escupía: “¡Qué morro! Seguro que las ha pintado ella, la tía farsante”. Y ella callaba, supongo que por no añadir al suelo otra mancha más, de sangre, que es tan difícil de quitar. Bastante tenía ella con las caras.

* [No es una frase hecha: los turistas entraban allí como un elefante en una cacharrería, le movían los muebles de sitio –“mira, mama (así, sin acento), allí hay otra; joeeeer, qué flipe, esto es pa’cagarse”–, le corrían la mesa camilla, la levantaban del sillón, y luego no se molestaban en dejar nada en su sitio –¿para qué?–, y ella lo observaba todo con una expresión de infinito cansancio, de vuelta ya de todo, hasta la brenca.]

Su casa era fácilmente reconocible. Era la más roñosa, con diferencia, de toda la calle. Y ella era de mi cuerda: escuchaba la palabra periodista y –creo que se trataba de un acto reflejo, como la perra de Paulov (de Ángel Paulov… ski, claro; una caniche asesina)– se ponía a escupir al suelo, haciéndose cruces. Normal. Después de cómo la habían puesto…

–Pobre mujer –dijo maman al salir de aquel saloncito atestado de rostros ectoplásmicos (el último no era exactamente un rostro, sino más bien un cadáver: una mujer desnuda envuelta en una especie de mortaja hecha jirones que te miraba con ojos inequívocamente reprobatorios)–, qué cruz le ha caído. Está claro que ella es quien lo provoca todo…

–¡Pero qué dices! –protesté yo aún acongojada por el espectáculo, más bien abyecto, de una familia asturiana directamente descargada de una caravana desde el Santuario de Covadonga, previo paso por una pocilga, al salón de aquella anciana achacosa–. Si hubiese sido ella, ya hubiese sacado algo en claro… ¿Es que no te has fijado en esa casa? No me explico cómo aún no la han derribado…

–No me has entendido –replicó maman, y en un tono algo más amargo añadió:–, como siempre… Quiero decir que es Ella quien lo provoca todo. Está clarísimo que en cuanto esa mujer se muera, desaparecerán las caras. ¿Es que no la has oído? Le hacen compañía.

Pues claro, en el fondo es lo que buscamos todos, ¿no?

Mañana más.

martes, febrero 03, 2004

Désolé, pero désolé total 

Completamente desolada. Me he roto una uña. Gran Drama. Me he roto un tacón. Dramón. Se pelean por Magdalena de Suecia, esa Vaca Gorda y Nada Sagrada, en una discoteca (¿dónde si no, Madge, querida?), y a mí que parta un rayo. Y encima… Encima me enfrento a un hórrido panorama de simpáticos zulos, ese tipo de agujeros infectos que incluso a Ortega Lara, a quien un ascensor le provoca agorafobia, le inspirarían un ataque de claustrofobia aguda… sobre todo si tuviese que pagar 200.000 euros por uno de ellos. Jajajaja. Y entonces cierro los ojos y pienso en Ella…

…Siempre nos quedará Ella (Louise L. Hay, no La Dientes), alguien capaz de escribir sin morir electrocutada: “Las barreras, los muros, los obstáculos y los problemas son mis maestros particulares que me ofrecen la oportunidad de salir del pasado y entrar en la Totalidad de las Posibilidades. Me gusta ensanchar mi mente [y tu cintura, bonita; tu cintura, tu cuenta corriente, tus esfínteres...] pensando en los mayores bienes imaginables. Cuando mi mente puede concebir más bienes, las barreras y los muros se disuelven y mi vida se llena de pequeños milagros que aparecen como caídos del cielo. De vez en cuando me doy permiso para no hacer absolutamente nada, sólo sentarme y abrirme a [¿a qué, guapa?] la Sabiduría Divina. Soy una alumna de la vida y me encanta”.

¿Alumna de la vida? Tú lo que eres es una Mala Puta, hija de perra.

Mañana más.

lunes, febrero 02, 2004

Te doy mis ojos... Qué quieres que te diga: puedes quedarte con ellos. Total...  

Libertad de expresión, libertad de expresión, libertad de expr… ¡Qué pereza! Una ortodoncia. Un peluquero. Un cirujano. Un estilista. Buen Gusto. ESO es lo que hace falta… Y no sólo en el cine español (¡qué pena más grande!), sino en este país. Y un poco menos de: cejas, alopecia, halitosis, demagogia, harapos, celulitis y caries. Ay, qué pereza.

Lo único bueno de Estas Cosas es que son una excusa Tan Buena Como Cualquier Otra para emborracharse –sobre todo si presides una Academia; no sé si es la presidencia o el academicismo lo que conduce a la dipsomanía–, liarse la manta a la cabeza y tirarse al fango (y no, no es un modo de hablar; si lo sabré Yo…).

En fin, a mí Todo Esto me interesa cada vez menos. En general, Todo me interesa cada vez menos. Estoy con Vanesa Bell, la hermana de Mari-Virgi: “Hay que sentir cada vez menos”. Pero, claro, cuando Una ve a Mariola Fuentes vestida como Baby Herman en lugar de ir –dentro de sus posibilidades– como Babe Paley, pues es que Ha Llegado el momento de gritar NO… ¿No a ETA? ¿No a la guerra? Para nada. Una conflagración mundial como no se conoce desde hace al menos cien años es lo que hace falta. Vestidos como ésos o lo que quiera que luciese Merche Sampietro de un color malva sencillamente perverso indican que vivimos tiempos nefastos. Sobre todo para la Costura. Porque a mí, la verdad, a estas alturas el Cine Español me toca la suela de mis Manolos. Y es que hay cosas, honey, que ya no tienen arreglo.

Mañana más.

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