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miércoles, septiembre 01, 2004

Coda final 

Un año. Un año da para mucho. Para un divorcio. Para cambiar de trabajo (tres veces). Para cambiar de sexo. Para cambiar de piel. Para cambiar de cuerpo. Para cambiar de estilo. Para cambiar de bebida favorita (dry martini). Para cambiar de escritor favorito. Para descubrir nuevos personajes históricos, nuevos escritores, nuevos iconos. Nuevos odios. Para renovar odios antiguos. Para renovar amores antiguos. Para renovarse. Para encallecerse. Para deprimirse. Para abandonar el alcohol (y retomarlo con fuerzas renovadas). Para que te desvalijen la casa. Para darse cuenta de que todo puede cambiar, pero en lo esencial nada cambia. Para muchas cosas. Para todo. Para nada.

Un año. Un año de amor y desamor. De algo parecido al amor y algo parecido al odio. Incluso de algo parecido a la agonía. Y también de mis queridos, queridos, queridos todos. O sea. Mis seres queridos. Los muertos. Y los vivos. Los viejos seres queridos. Y los nuevos seres queridos. Un año. 365 días.

Un año. Un año da –que me lo digan a mí– para mucho. Da incluso para darse cuenta de que la terapia, o lo que nació como tal, ha llegado a su fin. Hace un año mi vida hacía aguas. Un año después, mi vida –afortunadamente– sigue haciendo aguas, pero he aprendido a nadar (sin necesidad de guardar la ropa, porque cuando se trata de nadar, prefiero hacerlo Como Dios Me Trajo Al Mundo). O sea. El exhibicionismo está muy bien, pero todo, absolutamente todo, tiene que tener una medida. Medida por medida. Mis medidas, ya lo sabéis, son 90-60-90. Adiós, terapia. Adiós a todos.

Mañana menos. Mañana Cero. Mañana no.

martes, agosto 31, 2004

Efemérides 

Bueno, pues aquí estoy. Desnuda. Hace años, tal día como hoy, me acosté con J., el primer J. Y me enamoré, claro. Porque soy de Ese Tipo de Mujer que no tiene escrúpulos, ni sentido del ridículo. Me enamoré como Una Perra. O sea. Pero como Una Perra Sajona. Y sólo fue un polvo. Os podéis imaginar.

Tal día como hoy, hace exactamente un año, volví de París, con mi maleta, dispuesta a reanudar mi vida conyugal. Lo último que escribí durante aquel viaje en mi cuaderno de tapas de sarga color aciano fue: “Dios, cómo le echo de menos”. Doce horas después, mi matrimonio se fue al garete. Junto con los últimos tres años de mi vida.

Un año después, mi ex marido, el Mozart de los ex maridos, es uno de mis mejores amigos. Si ya tengo chambelanes, él es mi edecán. Es la primera persona a la que llamo cuando veo la aleta del monstruo viniendo hacia mí a través de las olas. Y es también la única que, antes de que Yo abra la boca, ya sabe perfectamente lo que voy a decir porque lee a través de mí –en mí– como un libro abierto. Al principio, esa presciencia me irritaba. Hoy, tengo que confesar que me conforta. Es algo así como un sucedáneo de la fe.

Septiembre ha sido siempre un mes fatídico para mí. ¿Qué nuevo cataclismo me espera dentro de 24 horas? Quién sabe. La verdad es que no me inquieta. La verdad, de hecho, es que casi lo espero con expectación (y por primera vez sin miedo). En fin, si como decía Santa Dorothy Parker, “la peor hora es la del crepúsculo”, este crepúsculo me pillará en déshabillé. Otra vez.

Mañana más.

lunes, agosto 30, 2004

Shadows 

Un fin de semana extraño presidido por:

a) la lujuria (gratamente satisfecha).

b) Alice James (me he ceñido firmemente a mis planes de lectura: he pasado con grácil facilidad de William a Henry, y de H. a Alice, su hermana hiperestésica y, si no he perdido la facultad de leer entre líneas, un poco lesbo-killer); sus Diarios son una verdadera delicia, con citas tan agudas como ésta:

“Supongo que no es muestra de una gran inteligencia que una víctima patológica erija sus criterios de normalidad, y califique toda variación de ellos de ‘extraña y antinatural’. Tengo, no obstante la leve sospecha que los saludables, especialmente esos que llaman ‘de espíritu sano’ –¡que son cantidades deprimentes!– deben ver las cosas de modo igualmente desproporcionado”.

O ésta:

“Cuánto agradezco no haberme esforzado nunca para ser de ésas que ‘no son como las demás’, sino que descubrí desde muy temprano que mi talento radicaba en serlo aún más.¡Para el carro, amiga mía, la soberbia de rebajarse es más insidiosa que la otra!”

Brillante.

c) Los fantasmas: pasados*, presentes –ay, los presentes– y futuros.

Lo dicho: un fin de semana extraño.

*[Hablando de fantasmas. Hoy he comido con la Hilarantísima y Sapientísima R. y, en el restaurante, La Gloria de Montera –me pregunto qué entenderá esta gente por Purgatorio–, me encuentro con I., una mamarracha a la que hace años que, afortunadamente, no veía. "Nos llamamos, ¿eh?" ¿Pero cómo COÑO vas a llamarme si no tienes mi número, petarda? A la salida, me encuentro de bruces con I. (otro I.), un hombre que me trajo por la calle de la amargura (y de la tortura, también). Decido no saludarle porque con Una Vez ya tuve suficiente. Una puede ser ligeramente estúpida, pero no conscientemente masoquista. Ay, esas canas… El hijo de perra está más guapo que nunca. ¡No es justo! Los ex deberían envejecer como Dorian Gray tras desgarrar el lienzo o Bette Davis en menos de una década. En fin, me resigno y, del brazo de R., entramos en unos grandes almacenes de ropa de imitación absolutamente execrable. ¿Con quién nos encontramos? Con el pianista –"ex pianista, si no te importa"– de Parada enseñando las tetas. Ay, por Dios, qué mundo… ¿Siete días? Para mí que lo creó en siete segundos. Siete flatulencias mentales y listo.]

Mañana más.

viernes, agosto 27, 2004

¿Propósitos de enmienda? ¡Para nada! 

Bueno, pues ya está aquí, gracias a Dios. El ocio. 48 horas de ocio. Ya era hora. Por Diossssss. Una cosa es ser Mujer Contemporánea (impecable tailleur, taconazo y media melena tipo Madame C. o Sigourney Weaver) y otra, muy distinta, ser Mujer Esclava (a no ser que hablemos de la esclavitud sexual, en cuyo caso me ofrezco de lo más voluntaria, porque últimamente la Lujuria vuelve a traerme por la calle de la Amargura, que es una calle típica de todas las ciudades portuarias, de La Habana a Málaga).

Sé que me repito más que una whopper con queso, pero es no os podéis hacer una idea de lo difícil que es compaginar el ser una Working Girl con el ser una Rica Heredera (en el exilio, de una corona que ya no existe –y que si existiese, Bonne Mamam ya hubiese llevado al montepío porque “nena, esto tiene un buen empeño”–, pero que pesa como si aún la llevase sobre la cabeza). Qué difícil es la vida de una Glamour Girl que aspira a ser Call Girl (o que aspira, simplemente; si la invitan, claro). Qué difícil, chica. Y qué poco compensa.

En fin, el caso es que… ¡Por fin es viernes! Sed felices, pasaos mucho, poneos*hasta el culo. ¿Equilibrio? ¿Madurez? ¿Serenidad? Ay, mira, chica, ya lo pensaré mañana… si he sobrevivido.

* [¿Poneos? ¿Poneros? Dios Santo, el imperativo es Una Cruz. Sí, yo también dudo en cuestiones de gramática.]

¡¡¡Que tiemble el chulerío!!!*

* [Temblé Yo. De puro gozo]

Mañana más.

jueves, agosto 26, 2004

Un día beligerante lo tiene cualquiera (pero Yo no soy Una Cualquiera, aunque muchas veces pueda parecerlo) 

Bueno, pues ya me gustaría a mí saber Las Razones que impelen a tanta y tanta marica a andar por ahí con un perrito adosado. Es que a mí, el fenómeno marica + perrito me inquieta muchísimo. En general, no soy nada partidaria de los animales vivos (a no ser que pertenezcan a la raza de los millonarios; en cuyo caso, soy capaz de hacer de tripas corazón; y de corazón, cartera). Pero si encima esos animales son como pequeñas reproducciones de los cojines de Wallis Simpson en versión holograma, entonces me pongo ciega de ira. De justa Ira. Dies Irae.

En fin, el caso es que ése es sólo uno de tantos fenómenos contemporáneos que me superan. Como muchos otros: la cocina deconstruida (lo único deconstruido que reconozco es la neurona de alguien que compara una cena en El Bulli con un concierto de Mozart; que Yo sepa, la Sinfonía Júpiter aún no se caga), la peluquería creativa (no es la primera vez que lo digo, pero nunca está de más repetir aquellos lemas que deberían estar grabados en las puertas de los templos: la creatividad debería estar prohibida), la literatura contemporánea (y, en general, TODO el arte contemporáneo; digamos que no estoy de acuerdo con eso de que después de Mozart todo es decadencia, pero, desde luego, después de Stravinski absolutamente todo ha sido decadencia), las faltas de ortografía (a todos aquellos que responden que las faltas que le inspiran más indulgencia son las faltas de ortografía habría que obligarles a vivir con Ana Obregón o Isabel Gemio, a ver qué opinan dos semanas después), las mechas (guerra a la mecha; guerra, guerra, ¡¡¡GUERRA!!!), los chistes (idéntica actitud beligerante ante el Fino Humor Español y los columnistas que adoquinan –no encuentro una palabra mejor– sus textos con simpáticos chascarrillos: pena de muerte para Jaime Campmany y Alfonso Ussía, pero ¡YA!), la televisión, la manga corta (especialmente, las camisas de manga corta; ay, las camisas de manga corta), el manga (y en general, todas las películas de animación; a mí, la única animación que me interesa es la clitoriana), el derecho a casarse (¡¿pero quién quiere casarse a estas alturas, por el amor de Diosssss?!), los ponchos (y todo lo que tenga que ver con un look vagamente étnico), la vanguardia (odio la modernidad, a lo que aspira Una es a ser Un Clásico; o sea, ¿quién quiere ser pantalón cargo/bombacho cuando puede ser Petit Robe Noir), el cine iraní (mira, chica, si quiero dormir, ya lo hago en casa)…

Vamos, que me he levantado con el pie izquierdo y No pienso dejar pasar ni una. Así que, simpático desconocido, no te cruces hoy en mi camino si no quieres que Yo te cruce la cara. O por lo menos, por el amor de Dios, no lo hagas con perro.

Mañana más.

miércoles, agosto 25, 2004

La vida que te espera. ¿A quién? A mí, bonita, a mí + Un homenje (escrito bajo los efectos del pollo al chilindrón) 

Post nº 2: Un (sentido) homenaje

Rompiendo una tradición inveterada, hoy tengo que incluir un segundo comentario. Jamás lo he hecho, pero un día es un día. Tengo que rendir lo que Paradita llamaría, con su sello inconfundible (labio leporino en ristre, oculto tras capas y capas facio-cretácicas de tinte capilar), "un sentido homenaje", y McNamara "un Ojo Meneaje, baby". Pues, baby, vaya papeleta…

O sea. Vaya papeleta. El chambelán R. ha decidido que ya está bien Lo Que Está Bien, que se acabó lo que se daba, o sea, que lo que se daba ya no se da. Pues vaya papeleta. Pues vaya papelina. Y mucha papeleta. Y mucha papelina. Papeleta, papelina. Papel Eta. Papel Ina. Eta e Ina, Ina y Eta. Salve (rociera), Salve (arroz & era), Salve. Pues eso. Que se acabó lo que se daba. Game Over. Over game. O sea. Over the top!

[No vuelvo a comer pollo al chilindrón en ese restaurante…]

Post nº 1: El futuro NO me inquieta. Qué coño, me inquieta el presente…

No sé dónde tengo la mano derecha. No sé dónde tengo la mano izquierda. No sé dónde tengo el bolso. Ni el móvil, ni el neceser de urgencia, ni la cabeza. Mi vida va camino de convertirse en un carrusel (sin frenos). Buscando un poco de Estabilidad, Confianza (en el futuro, en el ser humano, en la vida, en la realidad, en los dioses), Amor (o sucedáneos), Felicidad (o sucedáneos, a ser posible que no dejen resaca), Equilibrio, Madurez. ¿Un poco de Pasión? Pues qué quieres que te diga: también. En definitiva, una vida que merezca la pena ser llamada vida.

No tengo: Casa, Estabilidad, Madurez, Equilibrio, Una Cuenta Corriente Nada Corriente (es más, extraordinaria; de hecho: extra ordinaria), Planes de Futuro. Tengo: Amigos, Una Sonrisa Encantadora (odio la falsa modestia, y además hay fotos y está claro que Una puede verse), Un Cutis Que No Me Lo Merezco, Tetas (dos), Un Ex Marido Que Me Merezco (qué coño), Una Familia Desestructurada En El Exilio (pero al menos encantadora –la tercera generación viene arrasando– y con buena piel), Talento (lo sé, lo tengo; paso total de ser súper falsa), Pelo, Una Buena Dentadura, Sentido del Humor (y del Humo, aunque no soy piromaníaca).

Are you ready for this? Pues sí. Preparada. Lista. ¡Ya (sin acento; que no soy como Ana Obregón, o sea, analfabeta perdida)!

¿Qué quiero? Lo quiero todo. ¿Cuándo? Pues, hija, cuando buenamente pueda, no me voy a poner divina a estas alturas.

¿Soy infame? Pues no. A grandes rasgos, puede que sea insoportable, egocéntrica, crispante, pelín sobreactuada, pedante, sí, pero infame, lo que se dice infame, no soy. Pues eso. Aunque el mundo puede que se derrumbe –porque el mundo está fatal–, yo, como Gloria Gaynor (sin músicos, sin instrumentos, sin su cintura… afortunadamente), sobreviviré.

Mañana más.

martes, agosto 24, 2004

¿Renovarse o morir? Morir 

Bueno, pues al fin he dejado de sudar. Ayer no me sudaban los poros, me sudaba el alma. Un horror. Al llegar a casa, escribí: “No bebo más (en lo que queda de semana)”. Es que no se puede… No tengo nada en contra de ser una ANA (Alcohólica Nada Anónima; más bien lo contrario: AC, Alcohólica Conspicua), pero sí en contra de ser una guarra que a las ocho de la tarde huele como si se hubiese estado revolcando en una pocilga con el porquerizo de casa (algo así como la versión autóctona del Hijo Pródigo). Para nada. Una no se deja Verdaderas Fortunas en cosmética para acabar así: sudada, con más brillos en la cara que un ídolo precolombino y un total-abyectal-look verdaderamente escalofriante.

Deo gratias, tras un tête-à-tête con el chambelán R., que rápidamente se convirtió en ménage con la llegada del adorable A., el caballero austral (reinterpretando el look Querelle), y varias copas de vino, la sudoración se cortó de manera fulminante. Llámalo dipsomanía, pero a mi naturaleza lo que mejor le va es un BL (Buen Lingotazo).

El chambelán R. se plantea la posibilidad de cambiar de vida, marcharse a Goa, liarse la manta a la cabeza (supongo que para hacerse un turbante, porque él es súper fan del Mundo Turbante y Yo lo veo como el digno sucesor de Analia Gadé) y dar rienda suelta a su pasión por el Universo Abalorio y La Pirámide de Cuarzo. Por su parte, el caballero austral se plantea la posibilidad de convertirse en la réplica hispana de Maggie Gioberti (sin mechas, porque él es rubio natural, no como otras) y lanzarse al mundo del diseño de etiquetas vitivinícolas de fantasía (recuerda, querido A., que nunca debes bañarte en la piscina –y mucho menos en una alberca– con tu anillo de compromiso con solitario talla cabujón; mira cómo acabó Susan Sullivan, la pobre), aunque también, de una manera de lo más inquietante –y ciertamente de lo más evocadora–, a lo largo de la velada descubrió un inesperado talento para la hostelería creativa. O sea, que el nuevo año se presenta lleno de cambios.

Yo, que también soy súper fan del lema Renovarse o Morir, no voy a ser menos. Voy a cambiar de sexo y, aunque sólo sea por fastidiar, me voy a hacer Triple H (Hombre, Heterosexual & Homófobo). Porque ya estoy harta de La Cofradía.

Mañana más.

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